sábado, 21 de diciembre de 2013

El lobo enseña los dientes



“Creo que esto es una novedad muy relevante que me atrevo a calificar como un auténtico avance histórico” fueron las palabras que el actual ministro de Justicia Alberto-Ruiz Gallardón empleó ayer para definir la reforma de la ley del aborto que ha propuesto el Partido Popular, por la que se prohíbe a las mujeres españolas decidir sobre su continuación del embarazo, a no ser que cumplan una serie de supuestos ambiguos que aún no han quedado del todo establecidos. 


Gallardón ha resurgido de las tinieblas políticas con un renovado esplendor: como un lobo con piel de cordero que ha sacado los dientes. El bueno de Gallardón, el menos conservador del Partido Popular, el más “cercano” a la izquierda dentro de su ámbito… El lobo con piel de cordero ha acabado por acobardar a todas las ovejas del rebaño metiéndolas en el mismo redil, para que se mantengan calladitas y sin rechistar. No importan las circunstancias personales de cada una de ellas, pues su única labor es la de ofrecer buena leche y lana, y corderos para procrear la especie. Simple mercancía.


Hubo un tiempo, treinta años atrás, en que las mujeres debían aventurarse al “método ogino” para evitar posibles embarazos, pues los preservativos –y qué decir de las píldoras anticonceptivas- eran negocio prohibido y contrabando vecinal. Era menester recoger dinero de la beneficencia con tal de pagar un vuelo a Londres, las más afortunadas, pues muchas otras se dejaban la vida en un cuchitril de mala muerte en las manos de cualquier alcahueta inexperta. Hoy, treinta años después, volvemos a las andadas franquistas.


No soy partidaria del aborto. De hecho, dudo ser capaz de someterme a ello si me encontrara en la situación. Pero soy partidaria de que cada una organice su vida de acuerdo a sus posibilidades, partidaria de la tolerancia y la libertad de decisión, a fin de cuentas, partidaria de que cada mujer haga lo que le dé la gana. No soy partidaria del aborto, pero me resulta asqueroso que el lobo con piel de cordero sea quien decida por mí. Y por ellas.

sábado, 28 de septiembre de 2013

Sobre mentes

Por fortuna o desgracia, un elevado número de aquellos que decidimos estudiar periodismo, lo hacemos por y para escribir. Tenemos alma de creadores, contadores de historias, en fin, simples lunáticos. Mentes imaginativas, repletas de vida. Por otro lado, encontramos a todos aquellos que se decantan por el periodismo deportivo, modalidad para los que encuentras aspirantes a patadas, que llenan las aulas, en especial, las de primer y segundo año. 


Pero no me centraré yo en esta ocasión -y posiblemente en ninguna otra- en mencionar a los que acabo de citar, sino que dedicaré estas líneas a desgranar las aventuras y desventuras de los creadores, nombrados unos versos más arriba. Un aspirante a escritor percibe historias que contar en todo lo que ve. Podemos afirmar, pues, que afronta su cotidianidad de la mano de su visión más literaria del mundo. Quizá esté sentado en la típica y cansina parada del autobús, y, al contemplar una mujer levemente fuera de lo "normal" o lo que la sociedad establece como tal, es capaz de crear, de forma inconsciente, un microcuento, artículo o incluso novela corta a partir de ella. Este, no obstante, es un ejercicio agotador, en el que la mente llega, al final del día, a confundir ficción con realidad, plasmándolo en sueños extraños y siniestros, en muchos casos. Un sujeto como el que acabo de describir puede convertirse, pues, en un pobre desgraciado. 

Muchos pensarán, y es así en gran parte, en la facilidad que posee un tipo de esta envergadura en una profesión y vida como la dedicada al periodismo. Pues bien, no es oro todo lo que reluce, he de decir. Es cierto que la capacidad imaginativa de la que debe gozar -siempre- un periodista, queda suplida por nuestro personaje, y ello le ubicará en un punto privilegiado a la hora de ejercer su profesión. Sin embargo, resulta infinitamente complicado para nuestro amigo, más aún en su pleno apogeo estudiantil, establecer los límites -como bien hemos comentado con anterioridad- entre realidad y ficción. 

Queda aquí ilustrado en un ejemplo. No es lo mismo escribir (...)El precioso pastor alemán, de gran tamaño y pelaje oscuro, casi negro, se zambulló en las bravas aguas del río, rodeado por un paisaje de verdes chopos y juncos salvajes, rescatando, de esta forma, a la pequeña niña de apenas cuatro años, en un estado de gravedad dentro de la estabilidad, que a punto estuvo de perecer a manos de la fuerza de la corriente... Que plasmar (...) La niña, que a punto estuvo de morir ahogada, fue salvada por un perro. Nuestro compañero está contándonos la misma historia, pero con grandes diferencias literarias. En el primer caso, el acontecimiento queda totalmente literalizado, dando así al lector la impresión de encontrarse leyendo un relato. En el caso opuesto, sintetizamos exponiendo el suceso creando algo tan simple como A = A. Y punto final.

Lo correcto, lo adecuado, en el marco jurídico lo legal pero no legítimo, consiste en expresar las noticias de acuerdo a la segunda opción. Debemos ser claros y simples, decantarnos por la momentaneidad, dar con la simpleza léxica y mental, al fin y al cabo. Quizá, si los diarios se asemejasen más a un conjunto de relatos cortos que a un escrito tan simple como apocalíptico, la población dedicaría algo más de su oro particular a leer, formarse y cultivarse. Pero este es, al fin y al cabo, mi criterio, como futura periodista. Por lo pronto nuestro personaje debe dejarse los cuernos en su intento por amedrentar, pues eso, su capacidad imaginativa, su ingenio, su creatividad, su ser, al fin y al cabo. 

domingo, 1 de septiembre de 2013

Sobre mierdas

El otro día pisé una gran mierda de perro. Ocurrió así: caminaba yo por la acera sorprendiéndome, precisamente, de la cantidad de excrementos que veía desparramados por el suelo, cuando, de pronto, noté cómo mi pie se deslizaba ligeramente por el pavimento, y una masa caliente se metía entre mis dedos y por dentro de mi sandalia. Es imaginable y comprensible el ataque de histeria que se sobrevino después: el pie y el zapato lleno de mierda, precisamente cuando me dirigía a una comida familiar -no familiar mía, sino de mi pareja-. La cosa no podía ir mejor. Más tarde, tras pedirle un pañuelo a una señora que pasaba por allí, señora que comenzó a blasfemar sin ningún reparo, Todas estas de los perros son unas guarras de cuidado, aumentando mi mala hostia, conseguí caminar con dedos pegajosos y malolientes.

Pues bien, anoche mismo, me disponía a pasear a mi perra. En una mano el móvil y los auriculares, del brazo colgada una gran bolsa de basura -para variar- y en la otra mano Bella, tirándome desesperada por salir. Un pequeño caos rutinario. Cuando estaba a punto de entrar al ascensor, me percaté de que no llevaba ninguna bolsa atada a la correa, y pensé: ¡Bah! no importa, que cague entre los matorrales, nadie se dará cuenta si es de noche. Pero entonces, algo se despertó en mi mente, haciendo que me replanteara la situación. 

Como si de uno de esos momentos de dibujo animado se tratase, mi yo más demoniaco me susurraba en el lado derecho de mi cabeza, instándome a que me fuera sin las bolsas, ya que el ayuntamiento de esta nuestra ciudad invierte grandes cantidades de dinero en dispensadores que siempre tiene vacíos, además de que muchas personas nunca recogen las cacas de sus perros mientras yo lo hago siempre como una pringada, para después acabar eso, pringrada, de la mierda que otros no han querido recoger. Por otra parte, mi yo más angelical me instaba a hacer lo correcto, ya que el día anterior había padecido un acontecimiento escatológico provocado por lo que en ese mismo instante yo estaba a punto de ignorar. En resumen, sentí como si Dios, desde los cielos, me pusiera a prueba de la forma más absurda posible. 

Esta mañana, mientras escribía esta anécdota, pensé que tal vez sería provechoso convertirla en un artículo, artículo con forma de historieta, en lugar de escribir de nuevo sobre Bárcenas, la supuesta bajada de impuestos de Mariano Rajoy el próximo año, el nuevo sistema de becas que acaba de entrar en vigor o la decisión de Barack Obama de intervenir militarmente en Siria; información o desinformación sobre la que muchos de vosotros estaréis hastiados. 
Por eso mismo, y para empezar bien este nuevo mes, yo me decido a intervenir en esa corriente de noticias calcadas y repetitivas, contandoos una anécdota tan rutinaria como la vida misma. Tal vez un día os hable sobre mi nueva receta de macarrones, sería interesante alternarlo con un artículo sobre la nueva ley de custodia compartida.
La decisión que tomé yo anoche la dejó a vuestra libre imaginación, así como qué habríais hecho vosotros en mi lugar. En vuestro lugar yo caminaría por la calle mirando el suelo con detenimiento.

jueves, 1 de agosto de 2013

Duro de pelar

El pasado fin de semana tuvo lugar en el Teatro Principal de Alicante un acto esperpéntico, fuera de lugar, una broma de mal gusto. Si recurrimos al diccionario de la Real Academia Española, obtenemos las siguientes acepciones de la palabra esperpento o lo que es lo mismo, esperpéntico:  
1.  Hecho grotesco o desatinado.
2.  Género literario creado por Ramón del Valle-Inclán, escritor español de la generación del 98, en el que se deforma la realidad, recargando sus rasgos grotescos, sometiendo a una elaboración muy personal el lenguaje coloquial y desgarrado.
3.  Persona o cosa notable por su fealdad, desaliño o mala traza.

Pues bien, el sábado 27 de julio, una cantidad considerable de espectadores contemplamos, horrorizados, el terrible espectáculo que se desarrollaba ante nuestros sentidos, tras habérsenos prometido una experiencia irrepetible, una fusión impresionante de coreografía sobre hielo acompañada de los mejores musicales de la historia, por la que habíamos pagado cantidades considerables -las entradas oscilaban entre los 18 y los 30 euros-. Broadway on Ice, se hacía llamar. Nada más lejos de la realidad. Ya el comienzo fue pobre e improvisado, los músicos realmente perdidos, nos mirábamos los unos a los otros asustados ante lo que iba a acontecer, no necesitábamos mucho más que tal comienzo para esperar lo peor.

Durante las dos horas siguientes, fueron apuñaladas clásicas canciones de musicales como Jesucristo Superstar, El fantasma de la ópera, Fama, Moulin Rouge, Grease, Dirty Dancing, Mamma Mia, Flashdance, además de interpretaciones como Moon River y algunos temas de Queen. Todo ello de la mano de cantantes bastante mediocres, con voces pobres y poco trabajadas, entre los que destacaron una tal Rebeca Pous, que posteriormente reconocí como aquella cantante de los años 90 que solía escuchar en mi infancia más temprana, de éxito efímero, que ha protagonizado recientemente un cutre anuncio de neumáticos. Los patinadores, saliendo del paso sobre aquella placa minúscula de dudosa procedencia, -desde luego, no parecía hielo- trabajaron una coreografía sin ninguna gracia, de poca elaboración, con una descoordinación brutal, llegando, en ocasiones, a andar en circulos, a través de la pista.

Otro aspecto destacable fue el ridículo y ostentoso vestuario que se gastaban, repleto de brillos y colores -demasiado- vistosos, vestuario que iba reduciéndose conforme el asunto perdía -aún- más calidad. Tan fuera de lugar resultó, que, durante la osadía hacia Queen, un hombre de chaleco abierto y pelo en pecho, nos deleitó portando un grotesco bigote. Un inglés funesto y malsonante, mujeres mayores bailando y cantado las coplas de su juventud, un hombre mayor bastante excitado a mi lado era lo que me rodeaba. 

Tengo otro recuerdo anecdótico en mente, un chiquillo de unos doce años, sonriente, en la cola antes de entrar, dijo a su madre: "Mamá, es la primera vez que vengo al teatro". Pobre criatura.

sábado, 20 de julio de 2013

Pequeños sufridores


   La situación española en lo que a divorcio se refiere es nefasta y prehistórica, al parecer, hasta un futuro no muy lejano, pues el ministro de Justicia Alberto-Ruíz Gallardón pretende imponer un plan de reformas para este aspecto, fomentando la custodia compartida. Y, dada la inmundicia que rodea al Partido Popular en las últimas semanas –aún más si cabe, desde que llegó al poder- una noticia como esta no es sino un alivio, un soplo de aire fresco entre la fetidez. Ya que me parece de un paletismo poco recomendable centrarse tan solo en la negatividad de los populares, en el hondo pozo al que están sumiendo a España, y ya que comentarios como este los hay a montones diariamente, llegando a aburrir al personal, hoy me centraré en los aspectos positivos que nos pueda traer este gobierno, y este, considero es uno de ellos.

  Desde que se aprobó, por segunda vez desde la Segunda República, la ley de divorcio durante el gobierno de Felipe González en el año 1981, se ha descuidado e ignorado los intereses más puramente básicos de aquellos que sufren la peor parte: los más pequeños. Desde siempre, cuando se producía el divorcio entre un matrimonio con hijos en común, los niños quedaban a cargo principal de su madre, que, además, tenía derecho a la vivienda de ambos, y a una manutención alimenticia mensual por hijo que el padre debía pagar religiosamente. Así, el hombre queda desterrado como un perro, fuera de su hogar, su casa, sus hijos, a los que solo podrá ver, normalmente, dos fines de semana al mes, según estipule el juez de turno. La situación, pues, de estos señores, no puede ser más deprimente. 



Con esto, hemos tirado del hilo de lo “natural” y lo “biológico” de la forma más burda, dando por hecho algo tan “evidente” como que, los hijos, al provenir de las entrañas de la madre, al criarse durante meses dentro de esta, necesitan de sus cuidados, que consideramos más “imprescindibles” que los que pueda aportar el padre en cuestión. Analicemos tal absurdez señores, es de espanto. Hemos aceptado el tópico –fundamentado, quizá, en siglos anteriores- de que el divorcio se produce por ese “padre cabrón” que descuida sus obligaciones, no ayuda en la casa, pone los cuernos e incluso maltrata a su mujer o sus hijos. Damos por hecho, en muchas ocasiones, que esa separación se produce debido a la mala conducta de este hombre, basándonos en situaciones pasadas, en comportamientos e ideales obsoletos, que hemos “arrecochinado” y no dejamos marchar. 

  No concebimos la idea de que, tal vez, el pobre desgraciado sea un buen hombre, trabajador, preocupado por sus hijos, al que su mujer “putea” con este tipo de favoritismo legal, negándole la visita a sus hijos, haciendo de su vida  una ruina, cobrándose con la ley, su propio despecho. Basta ya. Pensemos, por una vez, en los más afectados, esas criaturas que al final, siempre cargan con los males adultos.

domingo, 30 de junio de 2013

Caza de brujas en Uganda


En Uganda, ser homosexual es un delito, crimen, enfermedad, hábito o adicción. En Uganda, sentir atracción sexual por una persona de tu mismo sexo, te convierte en un peligroso criminal, perseguido, capturado e incluso asesinado por el gobierno de este lugar y sus innumerables secuaces. Todo esto he aprendido en gran profundidad al dedicar 55 minutos de mi mañana de domingo a la maravilla de Jon Sistiaga, “Caza al homosexual en Uganda”, que muestra esta auténtica desmedida y voraz caza de brujas, situación que se está dando a día de hoy, en pleno siglo XXI, en lo que muchos consideran la era del cambio y progreso social mundial. 

La “Ley matagays”, -nombre oficial otorgado por directivos ugandeses- pendiente de aprobación, ha hecho resurgir y ha suscitado el interés en este, nuestro paraíso europeo, hacia la horrorosa cuestión. En un país con un 24% de analfabetismo en los hombres y un 40% entre las mujeres –dejando a un lado la pobreza y enfermedad por falta de recursos económicos y sanitarios- es tremendamente sencillo –tanto que resulta insultante- extender esta demonización hacia gays, lesbianas y transexuales, no solo desde la política, sino desde la iglesia, dado el gran carácter creyente y religioso de la sociedad ugandesa. De esta forma, altos cargos políticos y religiosos del país manejan y tejen a su antojo, imponen y extienden, prohíben y persiguen y encarcelan y asesinan y normalizan esta situación. Intentan y consiguen convencer e interiorizar entre la población que “los homosexuales están reclutando niños en las escuelas para convertirlos, para infectarlos con esta enfermedad”. 


 Ni siquiera es necesario serlo para estar condenado. El simple hecho de visualizar un acto homosexual  te convierte en cómplice. Vecinos, familiares, transeúntes, se convierten en el ojo expiatorio de tu propia existencia, están obligados –aunque ni siquiera sea necesario- a denunciar cualquier caso o sospecha, enfrentándose de lo contrario a penas de prisión de hasta cuatro años. Por ello, en el momento en que un habitante de este lugar sale del armario, su destino inevitable y directo es el destierro familiar y social, la muerte en vida. Personas que han de refugiarse en las llamadas “casas de seguridad”, fundadas por la comunidad gay de los “Icebreakers”, en la que jóvenes con la misma situación reciben apoyo mutuo.


Para comprender toda esta barbarie e irrealidad, es necesario mirar hacia arriba y analizar la condición del que manda, del que controla el poder y lo emplea a su antojo. Del ejecutor y permisor. En primer lugar, tenemos al señor Simon Lokodo, ministro de ética e integridad y sacerdote católico. Esto solo me lleva a pensar en Rouco Varela ocupando nuestro trono, dictando reformas con un dedo índice huesudo y viejo, acusador. Pues bien, este hombre, de gran influencia en su país, considera a los homosexuales como muy peligrosos y destructores de la humanidad. Y no solo eso, sino que además nos ofrece dos razones –con un fundamento que produce hilaridad, una carcajada inevitable a la pantalla- por las que debemos estar de acuerdo. En primer lugar, dice, los homosexuales son unos pervertidos, han perdido la orientación natural de la sexualidad. No tiene suficiente con ello sino que –agárrense- recurre a las leyes de la física, dos polos diferentes se atraen, en cambio dos polos iguales es físicamente imposible. Y este señor mira hacia la cámara orgulloso, con la boca llena y el pecho hinchado. 


Como él, los hay a patadas. Tenemos a David Bahati, diputado que redactó con su propia mano esta Ley antihomosexual, que afirma la homosexualidad es un hábito que se aprende y por tanto se puede desaprender, y no duda en acusar a numerosas ONG´s que se apoyan en la lucha contra el SIDA y en realidad son cómplices de campañas gays para el reclutamiento de niños. Bahati, perro faldero por excelencia de Martin Ssempa, reverendo, famoso en todo el mundo por su video “Comemierda”, en el que declara los homosexuales, en la intimidad, se dedican a comerse la mierda el uno del otro… ¿Quién quiere, por tanto, ser homosexual? O el periodista Gilles Muhane, editor de la revista “Rolling Stone”, de gran importancia en el país, conocido por la polémica publicación de fotografías de cien homosexuales, personas que resultaron perseguidas, encarceladas, y hasta asesinadas, como es el caso de David Kato, importante activista. Christoples Senyonjo, obispo anglicano, fue expulsado de su comunidad religiosa por apoyar la homosexualidad. Convencido de que su Dios, es el Dios del amor, Dios que no castiga a nadie por haber sido creado de la manera en que ha sido creado. Un hombre sensato, con ideas justas entre tanta inmundicia, pero que predica en el desierto. 


Políticos, reverendos, periodistas. ¿Qué esperanzas quedan, con este poder concentrado, unido, viciado, imparable? Poder que persigue, tortura, encarcela, asesina y ordena las llamadas violaciones correctivas, para que mujeres, al ser violadas por varios hombres, al experimentar tal placer, se sientan más mujeres, queden curadas de su enfermedad. No son tontos, saben lo que hacen. Tienen a la población agarrada por los huevos, manejada, extorsionada y controlada. Resulta familiar, nos suena, ya hemos visto esto antes. Tan solo queda un ápice de esperanza, el rayo de luz en ese ambiente nefasto y oscuro que aportan estos jóvenes, que luchan de forma incansable por sus derechos, día a día, jugándose el cuello por el mero hecho de ser quienes son, y mostrarlo al mundo.

sábado, 22 de junio de 2013

(In)dependencia, así la llaman

Nos encontramos en un edad difícil, una edad situada sobre un fino hilo tensado entre dos universos paralelos, justo en el centro del filamento, sin avance ni retroceso. Hablo de esta época universitaria tan contraria a lo que nos habían contado o quisimos creer. Muchos adolescentes ansían desesperadamente la llegada de esa nueva era, considerada como un desfase permanente de fiestas universitarias, porros y cervezas en el césped y sexo descontrolado. Existen también aquellos para los que todo esto queda relegado, y simplemente sueñan con despegarse de esas asignaturas infernales que les persiguen sin descanso de forma inevitable, siendo obligados a cursarlas porque resultan beneficiosas para sus próximos estudios.

Pues bien, todos estos postadolescentes  sufren una brutal caída en picado al ver destrozadas sus expectativas. Porque la universidad, señores, no es un lugar donde fumar porros en el césped -especialmente en aquellas donde el césped es inexistente, y a Dios pongo por testigo que las hay- y además te obliga a tragar temarios inútiles e infumables que nada tienen que ver con tus aspiraciones, con los estudios escogidos. Sin embargo esto último es otra historia en la que no me centraré, al menos hoy.

Nos encontramos en una edad difícil,  una edad situada sobre un fino hilo tensado entre dos universos paralelos, justo en el centro del filamento, sin avance ni retroceso. Una edad en la que abandonas la adolescencia pero no llegas a a alcanzar la madurez, la edad adulta, una edad escenificada en el momento en que el corredor, dispuesto a salir y comenzar la competición, da pequeños saltitos de calentamiento hacia alante, hacia atrás, sin avanzar ni retroceder. Una edad que concede una "independencia" engañosa, en la que -en teoría- se es capaz de tomar las propias decisiones y elegir el camino a escoger. Pero nada de esto es real. Esa que se hace llamar "independencia" es una farsante con una máscara que recoge tal nombre. Nos vemos casi forzados a convivir con los mayores hasta la canicie, con la (de)pendencia económica que ello supone, cayendo en una espiral de inutilidad inevitable. Y a pesar de ello, debemos dar las gracias, al suponer una alternativa factible frente a lo que podríamos encontrarnos. No es otra cosa que la lucha constante entre nuestras aspiraciones y la falta de dinero en el bolsillo, dinero hacia el que tal vez la juventud tenga derecho, no en este tiempo, por supuesto. Una lucha constante entre lo que se sueña y lo que se es. Independencia, así la llaman.

lunes, 10 de junio de 2013

Yo, también me masturbo

Viene a mi mente ahora la ocasión en la que escuche la palabra paja por vez primera. No la paja del campo, precisamente, aquella me cansé de verla en la Mancha, en forma de pacas redondas o cuadradas, en los yermos campos interminables, durante mis viajes de verano en la niñez. No, les hablo de la masturbación. Una muchacha, compañera de clase, algo "precoz" para nuestros once años, la edad de las vergüenzas y las risitas entre dientes, del rubor y el vello y los pechos y la menstruación, comentó algo así como "Pues yo he dejao a mi novio, porque se hace pajas". Pajas... Curioso atributo. Evidentemente, los murmullos y carcajadas de todas las presentes cohibieron y frenaron mi curiosidad y duda, que no fue resuelta hasta tiempo después -tal vez por fortuna-. 

Lo anterior, como simple anécdota, puede ayudar en la iniciación de este por desgracia escabroso tema que intentaré analizar a continuación. Si hay algo que tenemos claro en esta sociedad, entre los adolescentes en particular -pues es a esta edad en que esta historia causa mayores "estragos"- es que los hombres se masturban. Todas veíamos con indignación y repugnancia este ritual, que sabíamos era practicado por nuestros compañeros, tal vez frente a imágenes de tías buenas o tan solo mediante la imaginación de una compañera de clase -con toda probabilidad una de aquellas mismas que veían con indignación y repugnancia dicho acto-. Lo curioso de todo aquello es la aceptación y la resignación hacia esa masturbación masculina. "Los tíos se masturban porque son unos viciosos", "Lo necesitan, es cuestión de vida o muerte", "Eso demuestra su simplicidad..." ¿Por qué? Que alguien me explique por qué, en pleno siglo XXI, tras más de cuarenta años de un supuesto progreso, con la cada vez mayor aceptación hacia gays, lesbianas, transexuales y demás gente que hace con su vida lo que le da la real gana... aún continúa ese prejuicio estúpido hacia esta circunstancia, aún se considera algo "repugnante" a la autoestimulación, a una autosatisfacción, algo tan vital, importante y natural como son los órganos genitales en particular, el sexo en general.


Si ya resulta de una dificultad abrupta para los hombres, no nos paremos a pensar en el caso de las mujeres. Pobres desgraciadas. La sociedad, empeñada en su continuo encasillamiento, unida al deplorable conformismo de la mujer, desemboca en un símil que tan solo consigue horrorizarme: aquella acusada por el delito de la masturbación, sufre el destino del fuego y la carne quemada en la hoguera, cual bruja de un pasado antagónico. A ver quien tiene cojones de reconocer ante su grupo de amigas que ha pecado alguna vez de la masturbación, que le ha gustado o que -peor aún- suele hacerlo con cierta periodicidad. Si dicho proceso comienza en ellos durante la preadolescencia, no se dará en ellas -si es que se da, extrañamente ocurrirá esto- hasta la edad de diecisiete, dieciocho, diecinueve años en adelante, si se produce una alineación vertical de los planetas que desemboca en una suerte inhumana. Bien, lectores... ¿Por qué? ¿Por qué tanta vergüenza hacia este acto, tan natural como necesario, cuya inexistencia tan solo dificultará las relaciones sexuales en un futuro y su aceptación colaborará para un mayor placer sexual durante estas. Parece mentira que, de forma inconsciente pero aterradoramente explícita, exista este pudor injustificado hacia la masturbación, especialmente la femenina, a pesar de todo el progreso y evolución en lo que a este tema respecta. Parece ser que aquella vieja sombra y los ideales que intentó tejer continuarán cubriendo nuestras cabezas, filtrándose entre nuestros pensamientos, durante más tiempo. 

lunes, 3 de junio de 2013

Disfrute del viaje

Doce del mediodía. Sol justiciero calienta la 
chapa de aquel armatoste, filtrándose por el vidrio de los grandes ventanales, siempre cerrados a cal y canto. Unos metros más allá, detrás de mi, un señor de unos sesenta y pocos profiere estruendosos sonidos con su garganta, para expulsar, posteriormente, cualquier sustancia sobre el pavimento. Al otro lado, dos mujeres de mediana edad, salidas recién de la peluquería, perfume asfixiante a laca, intercambiando peripecias sobre una tal "Paqui", pobre la tal Paqui, algo horrible debe haber hecho. Un hombre extremadamente grande, más de cien kilos de peso, ocupa espacio para tres personas, grandes manchas oscuras bajo sus axilas, gotas de sudor discurren por su calva, llegando hasta la papada, filtrándose por entre el cuello de la camisa, repleta de grandes manchas de diversos tamaños y colores. En un asiento próximo, aquel hombre silva distraído, el olor de su fétido aliento me envuelve, giro la cabeza lo máximo posible. Un par de ancianas, carrito de compra en mano, tras la mañana en el mercadillo, grandes cebollas asoman por la abertura de aquel estampado a cuadros, me rozan la pierna, mis ojos se anegan de lágrimas, dada la sensibilidad hacia la hortaliza. Niños que lloran, incesantes, chillidos profundos y agudos, berrean, corretean furiosos por el vehículo, aquella que debe ser la madre apenas grita un "Niños, portáos bien"; de vez en cuando. El conductor, gafas de sol, sostiene el teléfono móvil en la mano izquierda, cigarrillo en la derecha, dirige el volante entre el codo y antebrazo. Acelerones, frenazos constantes, rotondas interminables, volantazos inesperados, desarrollo mi equilibrio, alguien empuja para salir, la puerta no funciona, se atranca, improperios, los niños lloran... Disfrute del viaje.

viernes, 24 de mayo de 2013

Noches de jueves

Escribo hoy esto con motivo del final de temporada de la serie Cuéntame cómo pasó, que tuvo lugar anoche mismo, cuando 5.012.000 espectadores se emocionaron frente a sus pantallas con este final de temporada. Y es que Cuéntame lleva semanas emocionándonos, debido al duro momento por el que pasa la familia Alcántara. Sin embargo, estos instantes no serían bien retratados sin la inmensa capacidad transmisiva de este maravilloso elenco. No creo que sea necesario hablar de Imanol Arias, Juan Echanove, Ana Duato o María Galiana, entre otros, tan buenamente formados en cine y teatro, en una carrera que se prolonga durante años.


No, a mí me gustaría hoy centrarme en Ricardo Gómez, o como media España le conoce, "Carlitos", ese niño que ha crecido en la pantalla de muchos españoles, durante los doce años de emisión de la serie. Si alguien ha tenido la oportunidad de ver los últimos capítulos de Cuéntame, entenderá de lo que intento hablar a continuación. Resulta increíble el progreso de este actor madrileño, al que por poco no 
escogen para el papel, que comenzó a grabar con una base muy pobre, casi inexistente, y a lo largo del tiempo ha demostrado su crecimiento y capacidad como actor. Ricardo Gómez nos ha llegado durante los años que lleva la serie, pero especialmente durante los últimos capítulos. La estancia en la cárcel de su personaje, completamente injustificada, el sufrimiento por las amenazas que recibe por otros carceleros, todo ello en una señal de amistad o amor más puros profesados hacia su amiga de la infancia Karina... Esto ha permitido al joven actor emocionarnos, hasta llegar a las lágrimas, mantenernos pegados a la pantalla con un nudo en el estómago, sufriendo en nuestras propias carnes sus desgracias. Es maravilloso, sí, maravilloso, observar a la juventud más inmadura alcanzar tanto, siempre desde la humildad y sencillez que -considero- ha demostrado este actor. 


 

Cuéntame superó anoche barreras, ofreció algo mucho más interesante a lo que ofrecen decenas de películas, plasmó, en sesenta minutos, el amor de unos padres hacia su hijo, la unión de la familia, la desesperación e impotencia ante la injusticia. Una serie que lleva acompañándos, acompañándome, toda una vida, desmostrando estos valores, siempre intentando reflejar la España de la época, inculcándonos su historia. Para los que no hayamos vivido aquellos momentos, "Cuéntame" nos ha hecho sentir el final del franquismo, la llegada de la democracia, la transición, el 23F de 1981, nos ha permitido adentrarnos en aquellos años que tanto marcaron la vida de nuestros padres y abuelos, y que es preciso nosotros también conozcamos. Es para mi un apéndice, algo que forma y formará siempre parte de mi infancia y adolescencia, y espero de gran parte de mi vida.


No es necesario hablar de la calidad técnica, interpretativa, visual de la serie. Tan solo es necesario dedicarle un jueves para comprobarlo por uno mismo. Sin embargo, si es preciso mencionar el alivio, el soplo de aire que Cuéntame trae al cine, a la televisión españolas, viendo cómo se encuentra este campo hoy día. Y es que me atrevo a decir sin dudarlo que Cuéntame es el proyecto español de mayor calidad en este ámbito, en este tiempo. Esperemos con impaciencia la llegada de la siguiente temporada, la noche de los jueves queda vacía hasta entonces.