lunes, 21 de enero de 2013

Gabriel

Hoy voy a intentar relataros una anécdota curiosa y peculiar donde las haya, con ritual funerario incluido, algo que me ocurrió hace varios días y no me dejó indiferente. Era de noche, hacía frío y viento, y esa misma mañana de domingo había encontrado a Vladimir -mi pequeño hamster ruso- tumbado con una posición muy extraña en su jaula, demasiado quieto. Me propuse prepararle un entierro lo más digno posible y acudí, cuchara en mano, a un parque cercano. Despidiéndome de él estaba yo, echando un poco de tierra sobre su tumba, cuando oí a un hombre detrás de mí, un hombre que reclamaba mi atención. Me había pillado, como el que dice, con las manos en la masa, o llenas de tierra húmeda en este caso. Este hombre se llamaba Gabriel. Tendría unos treintaypocos y vestía un chándal desgastado y una gorra con el escudo del Real Madrid. Tras él arrastraba toda serie de trastos, una cortina, un par de cartones y una sábana rota. He de reconocer que en cualquier otra situación habría echado a correr de inmediato, en esta sociedad en la que vivimos se nos advierte de no hablar con desconocidos, y menos si es de noche y es un lugar apartado, y menos si eres mujer y es un hombre, un "vagabundo", el que se dirige a ti. Pocas palabras me gustan tan poco como esta: "vagabundo". Al pronunciarla tiene un sonido feo, recuerda a otras como "nauseabundo" o "moribundo". Pero no es momento de grijelmear en esta ocasión. 
Gabriel se acercó a mi, y en lugar de echar a correr como habría sido lo considerado "normal", le sostuve la mirada y le escuché. Había algo en sus ojos, era algo raro, que te paralizaba, daba miedo, un sentimiento parecido al odio. Comenzó a hablarme en un inglés chapurreado y muy forzado, haciendo grandes gestos con las manos y en un tono alto de voz. "He estado toda la noche buscando en la basura, y no he sido capaz de encontrar una manta. Esta noche hará frío y yo duermo cerca del puerto, me han quitado las mantas que tenía, me han robado todo lo que he conseguido, otra gente que vive en la calle... Necesito que me traigas una manta de tu casa, una manta para esta noche y una botella de agua". A continuación me tendió un billete de cinco euros arrugado y sucio, "es el dinero de mi desayuno", decía. Me prometió dármelo si le traía lo que me había pedido. Me juraba que yo era la única persona que le había escuchado, el resto decía no entender ni una palabra de inglés y se sorprendía de que yo pudiera entenderle... Reflexionemos. Soy una persona que intenta no quedarse con las simples apariencias, que intenta ir un poquito más allá para comprender, entender, ponerse en la piel del prójimo. Gabriel estaba asustado y enfadado. Otras personas en su misma situación le habían robado todo lo que tenía, era una noche de las más frías desde que empezó el invierno y nadie parecía entenderle, yo diría escucharle. Actuaba con nerviosismo, intentaba mostrar autoridad en sus palabras para que le tomara en serio, para que no le creyera un pobre diablo loco, y cuando le dije que buscaría algo para él, me hizo prometerle que volvería pronto, que no le engañaría. 

Es triste ver cómo  crecen ese tipo de situaciones en nuestra sociedad actual. Con tantos desahucios diarios, mucha gente queda en la calle, algunos incluso con hijos, unos pocos tienen la posibilidad de recurrir a sus familiares o a instituciones que les ayuden, pero muchos otros, como Gabriel, están solos en el mundo y probablemente tengan a su gente muy lejos de aquí, si es que la tienen. A mi personalmente se me parte el alma cada vez que paso por una caja de ahorros y veo a varias personas compartir un mismo colchón, espacio o mantas, eso si tienen la posibilidad de acceder a estos lugares, porque muchos los cierran de noche para evitar ¿qué? ¿que unas pocas personas puedan dormir calientes por la noche? Pero no pienso entrar en un debate sobre esto, no hoy. Lo que me hace hoy escribir este artículo es algo distinto.



Quiero dejar claro algo. Si cuento esta pequeña "anécdota" no es para hacerme la heroína, para que aquellos que lean esto piensen "que buena persona es", ni cosas por el estilo. A mi eso, por decirlo de una forma suave, me importa muy poco. Tampoco es mi intención entrar en topicazos sentimentaloides o crear algo parecido a una "campaña caritativa". De hecho, pido perdón si inspiro esa sensación en vosotros, porque realmente no es lo que busco.
Yo solo quiero hacer ver a la gente que no es real esta postura que tenemos. Pensamos que esas situaciones quedan muy lejos de nosotros, que eso es algo que les pasa a otras personas, como los accidentes de coche o las enfermedades, pero sinceramente ¿podemos estar seguros de ello? Por supuesto que no. Con total seguridad la gente que esta noche duerme en la calle tuvo en algún momento un hogar, una casa y probablemente un coche, un trabajo y un plato en la mesa tres veces al día. De lo que tenemos que ser conscientes es de que algo así también nos puede pasar a nosotros. Y de una forma mucho más rápida y fácil que la que os pensáis. El que hoy tiene un coche y una casa puede pasar mañana a tener unos cartones en los que dormir. Podéis tacharme de radical y extremista, ¿pero acaso no es esto bien posible? Hoy día, en esta situación tan extrema en la que se encuentra el país entero, todo caso así es posible. Lo único que tenemos que hacer para darnos cuenta es mirar a nuestro alrededor e intentar ir más allá de lo que vemos, de lo que queremos ver, de nuestra propia nariz.




Aquella noche Gabriel disfrutó de su manta y algo de comida y bebida, pero como él, muchas personas no muy lejos de nosotros también necesitan de alguien que "cuide de ellos". Esa es la clave: haz lo que puedas hoy por alguien porque nunca sabrás qué podrá hacer ese alguien por ti mañana. Y sí, suena a topicazo sentimentaloide... Pero pensemos: ¿Miento? 


jueves, 3 de enero de 2013

Resulta increíble...

Hoy voy a hablar sobre un caso que me tiene especialmente indignada, y este es el asunto del Madrid Arena. Supongo que todo el mundo habrá oído hablar de él -y si no lo ha hecho, debería-. Por si hay algún despistado en el tema haré un breve resumen: El pasado 31 de octubre se celebró un concierto en el pabellón Madrid Arena, un concierto especial de Halloween con invitados como el conocido DJ Steve Aoki. Hasta aquí, todo normal. Lo grave ocurrió cuando este concierto se convirtió en tragedia. El pabellón Madrid Arena tiene un aforo de 10600 personas. Sin embargo, aquella noche se superaron los 16000 espectadores. La venta descontrolada de entradas, la desorganización, el mal estado de las instalaciones, el bloqueo de las salidas de emergencia... todo ello provocaron una avalancha que acabó con la vida de Rocío, Katia, Cristina, Belén y Maria Teresa, cinco adolescentes de entre diecisiete y dieciocho años. 

Ahora se buscan responsables. Entre los acusados tenemos a Miguel Ángel Flores, organizador del macroconcierto, la empresa de seguridad contratada para el evento o la alcaldesa de Madrid Ana Botella. Podría criticar la actitud irresponsable del organizador en cuestión, juzgar sus ansias de dinero fácil, pero no quiero entrar en disertaciones filosóficas sobre la moralidad y el egoísmo en el ser humano. Podría decir que Ana Botella es alcaldesa de la capital de un país Dios sabrá por que -y si lo sabe estará atónito- pero tampoco quiero entrar en politiqueos... 

Juzgaré sin embargo algo mucho más sencillo, que cualquier persona con dos dedos de frente puede entender: la nefasta actitud de los trabajadores del Samur. A continuación adjuntaré un video que contiene una grabación telefónica entre una chica cuya amiga había sido aplastada por la avalancha y un trabajador del Samur:
<div class="VideoContainer"  data-sust="false" data-permaLink="http://www.rtve.es/alacarta/videos/telediario/samur-amigas-victimas-del-madrid-arena-teneis-sacarla-como-podais-ahi-podemos-entrar/1632278/" data-assetID="1632278_es_videos" data-location="embed_videos" data-idManager="" itemprop="Video" itemscope 

He tenido que escuchar esta y otra de las grabaciones varias veces, porque la primera vez que lo hice no daba crédito a lo que escuchaba... Podemos observar como el susodicho se dirige a la chica con una falta de respeto total, podríamos decirlo en un lenguaje claro: podemos observar como la vacila, sin ningún miramiento. "Se está muriendo", dice ella, angustiada. "Muy bien". Primera puñalada. A continuación le indica que hay que sacarla a la calle, cuando este trabajador -licenciado en medicina, se supone- sabe perfectamente que a una persona que ha sufrido un golpe en la cabeza o cualquier otro accidente no es conveniente moverlo, y con más razón si "se está muriendo", y con más razón aún si tienen que trasladarla a un kilómetro de distancia de donde se encuentra. Más tarde él le pregunta "si ha bebido", y ella contesta angustiada que "se ha desmayado porque la han aplastado", a lo que él responde con un "ah claro" totalmente sarcástico y falto de lugar. Algo parecido ocurre con la otra grabación teléfonica, del mismo estilo.

Ahora me pregunto yo ¿qué cojones pasa? Si en caso de sufrir un accidente o cualquier altercado los ciudadanos tan solo podemos recurrir a estos "profesionales" y ellos mismos responden de este modo ¿qué nos queda? Si ellos velan por nuestra salud y actúan de esta manera ¿qué hacer en estas situaciones? Muchos afirman que el Samur no podía llegar hasta allí por la gente que había, que era totalmente imposible... Pero permitidme que cuestione eso. Un médico o enfermero de emergencias debe entrar aunque sea el mismo con una camilla e intentar hacer lo que esté en su mano, no quedarse de brazos cruzados ante una situación así. ¿Fue tal vez porque no se creyeron lo que les decían? Peor aún. Sea como fuere me parece una total falta de respeto, educación y una frivolidad que asusta, estas contestaciones que les dieron a unos adolescentes que estaban en apuros, que tenían a unas amigas literalmente muriendo a sus pies. Cuando escuché estas grabaciones sentí una ira y una rabia que me corroía por dentro, porque si algo no soporto es que me vacilen, y menos en una situación así. Y pensar que alguna de estas chicas podría haberse salvado de no haber sido estos individuos unos completos incompetentes... ¿Qué haría yo? Lo primero que he pensado es: "yo los sumaba a la cola del paro". Hay miles de jóvenes recién licenciados en medicina que no tienen trabajo y están deseosos de poder hacer lo que esta gente no hizo. Pero por lo menos deben una disculpa. Una disculpa a las familias de estas víctimas, una disculpa por su insolencia. ¿Qué está pasando señores? Algo falla. Aquellos que deben velar por nosotros no están a la altura. Cabe preguntarse si alguna vez lo han estado.