sábado, 29 de diciembre de 2012

Ser o no ser periodista


   “Yo decidí ser periodista por llevarle la contraria a mis padres”. Esta es una frase de Ramón Lobo, ex corresponsal del periódico “El País”, al que tuve la suerte de escuchar personalmente no hace mucho. No pretendo ensalzar su figura o crear publicidad sobre él –a pesar de que lo haría, con gusto – pero nombro esta frase por lo muy identificada que me siento con ella. Quizá yo también decidí ser periodista por llevarle la contraria a mis padres. Quizá quería escapar de las garras del derecho o la filología inglesa, de las oposiciones y labores de oficina, de trabajos que mis padres califican como “estables”. Quizá por ello decidí hacer periodismo, “una de las carreras más inútiles y arriesgadas en estos momentos”, tan solo comparable a bellas artes, arte dramático o personal shopper. Tal vez me lancé a la locura periodística como mecanismo de defensa a la monotonía y a la obediencia hacia aquellos que me dicen qué debo o no hacer.

       Decir que siempre quise ser periodista sería mentir, sería quedar bien, intentar parecer la típica “heroína” que persigue su sueño de toda la vida, sin importar nada más. Y no quiero parecer eso, porque no lo soy. Pero de eso hablaremos más adelante. Recuerdo que cuando tenía doce, trece, catorce, quince, dieciséis e incluso diecisiete años, quería ser una respetable abogada que llevara casos importantes, ganara mucho dinero, tuviera un dúplex (siempre me han encantado esas casas con escaleras de caracol), un bmw x3 aparcado en el garaje y una gran familia con hijos. En definitiva, “quería” lo que mis padres querían para mí. Estabilidad, confort, comodidad… una vida fácil. Obviamente, todos esos pensamientos han cambiado. No sé ni cómo, ni cuándo ni por qué exactamente, pero han cambiado. No voy a decir que no me gustaría tener un duplex y un cochazo porque sería mentir más aún que en el caso anterior, pero lo que es cierto es que NO quiero dedicar mi vida a conseguir eso. No quiero estudiar una carrera aburrida hasta morir, leyes, leyes y más leyes, todo para acabar trabajando en una oficina caliente en invierno y fresquita en verano, con una secretaria que me haga los cafés –el café me sienta terriblemente mal, a todo esto –, todo para disponer de mucho “cash” que poder gastar.
          No pretendo criticar estos trabajos que en ocasiones son muy sacrificados –y lo digo por experiencia propia –, aún menos cuando un trabajo como este es el que me sustenta a mí y a mi maravillosa carrera de periodismo. Tan solo quiero expresar mi opinión desde el punto de vista de una estudiante inexperta de dieciocho años, a la que aún le queda mucho que aprender.


        Es por todas estas reflexiones (la casa, el coche, la comodidad, la buena situación económica…) que en muchas ocasiones me pregunto si he tomado la decisión correcta. Siempre que me preguntan qué estoy estudiando ya se activa en mi cerebro la alarma, ya sé qué dirá la otra persona en la mayoría de los casos –tampoco es cuestión de generalizar –. “¿Periodismo ahora? Periodismo en esta época de crisis bestial, especialmente en el sector de la comunicación, de paro, de EREs que afectan a cualquiera –incluso al gran Ramón Lobo, paradójicamente –.
 O tal vez contestarán: “Yo quería ser periodista, pero viendo las salidas que tiene, decidí pensármelo mejor”. Estas frases van acompañadas de múltiples caras de sorpresa o risitas con sorna, depende de la dirección del viento –hay que tomárselo con humor, por la cuenta que nos trae –.
         Pues sí. A veces yo también pienso que me he metido en la boca del peor lobo del mundo. A veces me planteo qué será de mí, qué haré si no encuentro trabajo, si no consigo mis metas, si todo mi esfuerzo es en vano, si mi madre paga una carrera que resulta “inútil”, si tengo que depender de mis padres hasta los cincuenta… Tengo muchas dudas. Me preguntó si tal vez mis amigos que han decidido pasarse al derecho se reirán de mi cuando paguen por una hamburguesa que yo les serviré en un futuro, y me recriminarán: “Ya te dije yo que el periodismo no era la mejor opción”. Más aún me preocupa que mis propios padres formulen esta frase, y ante mi fracaso y derrota, tenga que admitirles que hice mal, que metí la pata, después del coñazo que les dí con esto del periodismo. Es por esto, por mi inseguridad, que no soy ninguna heroína invencible.
            Pero he de poner un poco de luz en este túnel –y no hablo de la metáfora de la muerte –. Quizá el periodismo no tenga salidas. ¿Pero acaso lo tiene el derecho, la filología inglesa –magisterio al fin y al cabo –, la medicina y demás “profesiones decentes y productivas”? Tal vez no. No y punto. Con cinco millones de parados ni siquiera un “respetable médico” puede tener oportunidades en este país. Y digo “respetable” con sorna porque he acabado un poco hasta las narices de ese prestigio que trasmite la medicina  y que convierte en prepotentes a muchos que la estudian. Pero ese es otro tema del que quizá otro día hable. Tal vez aquellos que hayan dejado de intentar lo que deseaban, que hayan optado por lo “seguro”, sean unos cobardes. Tal vez hayan aceptado los consejos de sus padres, sin oponer resistencia y mostrar sus intereses. Tal vez están comportándose como unos malditos ingenuos que piensan acabar la carrera y encontrar trabajo al instante. Tal vez…


  Tal vez los estudiantes de periodismo somos los más “valientes” en estos momentos, aquellos que a pesar de las inseguridades decidimos tirarnos a la piscina, luchar por lo que queremos, intentar dedicarnos a aquello por lo que sentimos pasión… O tal vez dentro de unos años muchos nos maldeciremos por la decisión tomada, por no tener un dúplex y un bmw. Lo cierto es que prefiero decantarme por la opción de la valentía. Diré algo más: si quieres algo, ve a por ello, nunca sabes qué te puede deparar la vida, y en estos momentos en un país con cinco millones de parados poco importa si tienes siete idiomas y tres carreras o si eres un aspirante a periodista: todos sufrimos el mismo destino. 
 




                     

2 comentarios:

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  2. Genial entrada para comenzar con tu blog, Rebeca. Estoy completamente de acuerdo contigo. Yo, como futura maestra, me veo en la cola del paro dentro de unos años, pero no por eso voy a dejar de luchar por lo que realmente quiero, ¿no?. Sigue adelante, estoy segura de que serás una gran bloggera y mejor periodista. Besitos

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