“Yo decidí ser periodista por llevarle la
contraria a mis padres”. Esta es una frase de Ramón Lobo, ex corresponsal del
periódico “El País”, al que tuve la suerte de escuchar personalmente no hace
mucho. No pretendo ensalzar su figura o crear publicidad sobre él –a pesar de
que lo haría, con gusto – pero nombro esta frase por lo muy identificada que me
siento con ella. Quizá yo también decidí ser periodista por llevarle la
contraria a mis padres. Quizá quería escapar de las garras del derecho o la filología
inglesa, de las oposiciones y labores de oficina, de trabajos que mis padres
califican como “estables”. Quizá por ello decidí hacer periodismo, “una de las
carreras más inútiles y arriesgadas en estos momentos”, tan solo comparable a
bellas artes, arte dramático o personal
shopper. Tal vez me lancé a la locura periodística como mecanismo de
defensa a la monotonía y a la obediencia hacia aquellos que me dicen qué debo o
no hacer.
Decir que siempre quise ser periodista
sería mentir, sería quedar bien, intentar parecer la típica “heroína” que
persigue su sueño de toda la vida, sin importar nada más. Y no quiero parecer
eso, porque no lo soy. Pero de eso hablaremos más adelante. Recuerdo que cuando
tenía doce, trece, catorce, quince, dieciséis e incluso diecisiete años, quería
ser una respetable abogada que llevara casos importantes, ganara mucho dinero,
tuviera un dúplex (siempre me han encantado esas casas con escaleras de
caracol), un bmw x3
aparcado en el garaje y una gran familia con hijos. En definitiva, “quería” lo
que mis padres querían para mí. Estabilidad, confort, comodidad… una vida
fácil. Obviamente, todos esos pensamientos han cambiado. No sé ni cómo, ni
cuándo ni por qué exactamente, pero han cambiado. No voy a decir que no me gustaría
tener un duplex y un cochazo porque sería mentir más aún que en el caso
anterior, pero lo que es cierto es que NO quiero dedicar mi vida a conseguir
eso. No quiero estudiar una carrera aburrida hasta morir, leyes, leyes y más
leyes, todo para acabar trabajando en una oficina caliente en invierno y
fresquita en verano, con una secretaria que me haga los cafés –el café me
sienta terriblemente mal, a todo esto –, todo para disponer de mucho “cash” que
poder gastar.
No pretendo criticar estos trabajos que en
ocasiones son muy sacrificados –y lo digo por experiencia propia –, aún menos
cuando un trabajo como este es el que me sustenta a mí y a mi maravillosa
carrera de periodismo. Tan solo quiero expresar mi opinión desde el punto de
vista de una estudiante inexperta de dieciocho años, a la que aún le queda
mucho que aprender.
Es por todas
estas reflexiones (la casa, el coche, la comodidad, la buena situación
económica…) que en muchas ocasiones me pregunto si he tomado la decisión correcta.
Siempre que me preguntan qué estoy estudiando ya se activa en mi cerebro la
alarma, ya sé qué dirá la otra persona en la mayoría de los casos –tampoco es
cuestión de generalizar –. “¿Periodismo ahora? Periodismo en esta época de
crisis bestial, especialmente en el sector de la comunicación, de paro, de EREs
que afectan a cualquiera –incluso al gran Ramón Lobo, paradójicamente –.
O tal vez contestarán:
“Yo quería ser periodista, pero viendo las salidas que tiene, decidí pensármelo
mejor”. Estas frases van acompañadas de múltiples caras de sorpresa o risitas
con sorna, depende de la dirección del viento –hay que tomárselo con humor, por
la cuenta que nos trae –.
Pues sí. A
veces yo también pienso que me he metido en la boca del peor lobo del mundo. A
veces me planteo qué será de mí, qué haré si no encuentro trabajo, si no
consigo mis metas, si todo mi esfuerzo es en vano, si mi madre paga una carrera
que resulta “inútil”, si tengo que depender de mis padres hasta los cincuenta…
Tengo muchas dudas. Me preguntó si tal vez mis amigos que han decidido pasarse
al derecho se reirán de mi cuando paguen por una hamburguesa que yo les serviré
en un futuro, y me recriminarán: “Ya te dije yo que el periodismo no era la
mejor opción”. Más aún me preocupa que mis propios padres formulen esta frase,
y ante mi fracaso y derrota, tenga que admitirles que hice mal, que metí la
pata, después del coñazo que les dí con esto del periodismo. Es por esto, por
mi inseguridad, que no soy ninguna heroína invencible.
Pero he de poner un poco de luz en
este túnel –y no hablo de la metáfora de la muerte –. Quizá el periodismo no
tenga salidas. ¿Pero acaso lo tiene el derecho, la filología inglesa
–magisterio al fin y al cabo –, la medicina y demás “profesiones decentes y
productivas”? Tal vez no. No y punto. Con cinco millones de parados ni siquiera
un “respetable médico” puede tener oportunidades en este país. Y digo
“respetable” con sorna porque he acabado un poco hasta las narices de ese
prestigio que trasmite la medicina y que
convierte en prepotentes a muchos que la estudian. Pero ese es otro tema del
que quizá otro día hable. Tal vez aquellos que hayan dejado de intentar lo que
deseaban, que hayan optado por lo “seguro”, sean unos cobardes. Tal vez hayan aceptado
los consejos de sus padres, sin oponer resistencia y mostrar sus intereses. Tal
vez están comportándose como unos malditos ingenuos que piensan acabar la
carrera y encontrar trabajo al instante. Tal vez…
Tal vez los
estudiantes de periodismo somos los más “valientes” en estos momentos, aquellos
que a pesar de las inseguridades decidimos tirarnos a la piscina, luchar por lo
que queremos, intentar dedicarnos a aquello por lo que sentimos pasión… O tal
vez dentro de unos años muchos nos maldeciremos por la decisión tomada, por no
tener un dúplex y un bmw. Lo cierto es que prefiero decantarme por la opción de
la valentía. Diré algo más: si quieres algo, ve a por ello, nunca sabes qué te
puede deparar la vida, y en estos momentos en un país con cinco millones de
parados poco importa si tienes siete idiomas y tres carreras o si eres un
aspirante a periodista: todos sufrimos el mismo destino.
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ResponderEliminarGenial entrada para comenzar con tu blog, Rebeca. Estoy completamente de acuerdo contigo. Yo, como futura maestra, me veo en la cola del paro dentro de unos años, pero no por eso voy a dejar de luchar por lo que realmente quiero, ¿no?. Sigue adelante, estoy segura de que serás una gran bloggera y mejor periodista. Besitos
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