sábado, 28 de septiembre de 2013

Sobre mentes

Por fortuna o desgracia, un elevado número de aquellos que decidimos estudiar periodismo, lo hacemos por y para escribir. Tenemos alma de creadores, contadores de historias, en fin, simples lunáticos. Mentes imaginativas, repletas de vida. Por otro lado, encontramos a todos aquellos que se decantan por el periodismo deportivo, modalidad para los que encuentras aspirantes a patadas, que llenan las aulas, en especial, las de primer y segundo año. 


Pero no me centraré yo en esta ocasión -y posiblemente en ninguna otra- en mencionar a los que acabo de citar, sino que dedicaré estas líneas a desgranar las aventuras y desventuras de los creadores, nombrados unos versos más arriba. Un aspirante a escritor percibe historias que contar en todo lo que ve. Podemos afirmar, pues, que afronta su cotidianidad de la mano de su visión más literaria del mundo. Quizá esté sentado en la típica y cansina parada del autobús, y, al contemplar una mujer levemente fuera de lo "normal" o lo que la sociedad establece como tal, es capaz de crear, de forma inconsciente, un microcuento, artículo o incluso novela corta a partir de ella. Este, no obstante, es un ejercicio agotador, en el que la mente llega, al final del día, a confundir ficción con realidad, plasmándolo en sueños extraños y siniestros, en muchos casos. Un sujeto como el que acabo de describir puede convertirse, pues, en un pobre desgraciado. 

Muchos pensarán, y es así en gran parte, en la facilidad que posee un tipo de esta envergadura en una profesión y vida como la dedicada al periodismo. Pues bien, no es oro todo lo que reluce, he de decir. Es cierto que la capacidad imaginativa de la que debe gozar -siempre- un periodista, queda suplida por nuestro personaje, y ello le ubicará en un punto privilegiado a la hora de ejercer su profesión. Sin embargo, resulta infinitamente complicado para nuestro amigo, más aún en su pleno apogeo estudiantil, establecer los límites -como bien hemos comentado con anterioridad- entre realidad y ficción. 

Queda aquí ilustrado en un ejemplo. No es lo mismo escribir (...)El precioso pastor alemán, de gran tamaño y pelaje oscuro, casi negro, se zambulló en las bravas aguas del río, rodeado por un paisaje de verdes chopos y juncos salvajes, rescatando, de esta forma, a la pequeña niña de apenas cuatro años, en un estado de gravedad dentro de la estabilidad, que a punto estuvo de perecer a manos de la fuerza de la corriente... Que plasmar (...) La niña, que a punto estuvo de morir ahogada, fue salvada por un perro. Nuestro compañero está contándonos la misma historia, pero con grandes diferencias literarias. En el primer caso, el acontecimiento queda totalmente literalizado, dando así al lector la impresión de encontrarse leyendo un relato. En el caso opuesto, sintetizamos exponiendo el suceso creando algo tan simple como A = A. Y punto final.

Lo correcto, lo adecuado, en el marco jurídico lo legal pero no legítimo, consiste en expresar las noticias de acuerdo a la segunda opción. Debemos ser claros y simples, decantarnos por la momentaneidad, dar con la simpleza léxica y mental, al fin y al cabo. Quizá, si los diarios se asemejasen más a un conjunto de relatos cortos que a un escrito tan simple como apocalíptico, la población dedicaría algo más de su oro particular a leer, formarse y cultivarse. Pero este es, al fin y al cabo, mi criterio, como futura periodista. Por lo pronto nuestro personaje debe dejarse los cuernos en su intento por amedrentar, pues eso, su capacidad imaginativa, su ingenio, su creatividad, su ser, al fin y al cabo. 

domingo, 1 de septiembre de 2013

Sobre mierdas

El otro día pisé una gran mierda de perro. Ocurrió así: caminaba yo por la acera sorprendiéndome, precisamente, de la cantidad de excrementos que veía desparramados por el suelo, cuando, de pronto, noté cómo mi pie se deslizaba ligeramente por el pavimento, y una masa caliente se metía entre mis dedos y por dentro de mi sandalia. Es imaginable y comprensible el ataque de histeria que se sobrevino después: el pie y el zapato lleno de mierda, precisamente cuando me dirigía a una comida familiar -no familiar mía, sino de mi pareja-. La cosa no podía ir mejor. Más tarde, tras pedirle un pañuelo a una señora que pasaba por allí, señora que comenzó a blasfemar sin ningún reparo, Todas estas de los perros son unas guarras de cuidado, aumentando mi mala hostia, conseguí caminar con dedos pegajosos y malolientes.

Pues bien, anoche mismo, me disponía a pasear a mi perra. En una mano el móvil y los auriculares, del brazo colgada una gran bolsa de basura -para variar- y en la otra mano Bella, tirándome desesperada por salir. Un pequeño caos rutinario. Cuando estaba a punto de entrar al ascensor, me percaté de que no llevaba ninguna bolsa atada a la correa, y pensé: ¡Bah! no importa, que cague entre los matorrales, nadie se dará cuenta si es de noche. Pero entonces, algo se despertó en mi mente, haciendo que me replanteara la situación. 

Como si de uno de esos momentos de dibujo animado se tratase, mi yo más demoniaco me susurraba en el lado derecho de mi cabeza, instándome a que me fuera sin las bolsas, ya que el ayuntamiento de esta nuestra ciudad invierte grandes cantidades de dinero en dispensadores que siempre tiene vacíos, además de que muchas personas nunca recogen las cacas de sus perros mientras yo lo hago siempre como una pringada, para después acabar eso, pringrada, de la mierda que otros no han querido recoger. Por otra parte, mi yo más angelical me instaba a hacer lo correcto, ya que el día anterior había padecido un acontecimiento escatológico provocado por lo que en ese mismo instante yo estaba a punto de ignorar. En resumen, sentí como si Dios, desde los cielos, me pusiera a prueba de la forma más absurda posible. 

Esta mañana, mientras escribía esta anécdota, pensé que tal vez sería provechoso convertirla en un artículo, artículo con forma de historieta, en lugar de escribir de nuevo sobre Bárcenas, la supuesta bajada de impuestos de Mariano Rajoy el próximo año, el nuevo sistema de becas que acaba de entrar en vigor o la decisión de Barack Obama de intervenir militarmente en Siria; información o desinformación sobre la que muchos de vosotros estaréis hastiados. 
Por eso mismo, y para empezar bien este nuevo mes, yo me decido a intervenir en esa corriente de noticias calcadas y repetitivas, contandoos una anécdota tan rutinaria como la vida misma. Tal vez un día os hable sobre mi nueva receta de macarrones, sería interesante alternarlo con un artículo sobre la nueva ley de custodia compartida.
La decisión que tomé yo anoche la dejó a vuestra libre imaginación, así como qué habríais hecho vosotros en mi lugar. En vuestro lugar yo caminaría por la calle mirando el suelo con detenimiento.