Por fortuna o desgracia, un elevado número de aquellos que decidimos estudiar periodismo, lo hacemos por y para escribir. Tenemos alma de creadores, contadores de historias, en fin, simples lunáticos. Mentes imaginativas, repletas de vida. Por otro lado, encontramos a todos aquellos que se decantan por el periodismo deportivo, modalidad para los que encuentras aspirantes a patadas, que llenan las aulas, en especial, las de primer y segundo año.
Pero no me centraré yo en esta ocasión -y posiblemente en ninguna otra- en mencionar a los que acabo de citar, sino que dedicaré estas líneas a desgranar las aventuras y desventuras de los creadores, nombrados unos versos más arriba. Un aspirante a escritor percibe historias que contar en todo lo que ve. Podemos afirmar, pues, que afronta su cotidianidad de la mano de su visión más literaria del mundo. Quizá esté sentado en la típica y cansina parada del autobús, y, al contemplar una mujer levemente fuera de lo "normal" o lo que la sociedad establece como tal, es capaz de crear, de forma inconsciente, un microcuento, artículo o incluso novela corta a partir de ella. Este, no obstante, es un ejercicio agotador, en el que la mente llega, al final del día, a confundir ficción con realidad, plasmándolo en sueños extraños y siniestros, en muchos casos. Un sujeto como el que acabo de describir puede convertirse, pues, en un pobre desgraciado.
Muchos pensarán, y es así en gran parte, en la facilidad que posee un tipo de esta envergadura en una profesión y vida como la dedicada al periodismo. Pues bien, no es oro todo lo que reluce, he de decir. Es cierto que la capacidad imaginativa de la que debe gozar -siempre- un periodista, queda suplida por nuestro personaje, y ello le ubicará en un punto privilegiado a la hora de ejercer su profesión. Sin embargo, resulta infinitamente complicado para nuestro amigo, más aún en su pleno apogeo estudiantil, establecer los límites -como bien hemos comentado con anterioridad- entre realidad y ficción.
Queda aquí ilustrado en un ejemplo. No es lo mismo escribir (...)El precioso pastor alemán, de gran tamaño y pelaje oscuro, casi negro, se zambulló en las bravas aguas del río, rodeado por un paisaje de verdes chopos y juncos salvajes, rescatando, de esta forma, a la pequeña niña de apenas cuatro años, en un estado de gravedad dentro de la estabilidad, que a punto estuvo de perecer a manos de la fuerza de la corriente... Que plasmar (...) La niña, que a punto estuvo de morir ahogada, fue salvada por un perro. Nuestro compañero está contándonos la misma historia, pero con grandes diferencias literarias. En el primer caso, el acontecimiento queda totalmente literalizado, dando así al lector la impresión de encontrarse leyendo un relato. En el caso opuesto, sintetizamos exponiendo el suceso creando algo tan simple como A = A. Y punto final.
Lo correcto, lo adecuado, en el marco jurídico lo legal pero no legítimo, consiste en expresar las noticias de acuerdo a la segunda opción. Debemos ser claros y simples, decantarnos por la momentaneidad, dar con la simpleza léxica y mental, al fin y al cabo. Quizá, si los diarios se asemejasen más a un conjunto de relatos cortos que a un escrito tan simple como apocalíptico, la población dedicaría algo más de su oro particular a leer, formarse y cultivarse. Pero este es, al fin y al cabo, mi criterio, como futura periodista. Por lo pronto nuestro personaje debe dejarse los cuernos en su intento por amedrentar, pues eso, su capacidad imaginativa, su ingenio, su creatividad, su ser, al fin y al cabo.
cuantos tendrian,,,que leer un poquito esto??
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