lunes, 15 de abril de 2013

¡Pues que coman pasteles!

Hoy, día 15 de abril de 2013, España huele a podrido. Este país es un hervidero de corrupción, fraude, paro y miserias. Por no salvarse, no se salva ni la monarquía. En conclusión, mierda y más mierda. Hace un tiempo escuché algo así como "la revolución, las protestas solo llegan cuando la gente pasa hambre". Pues bien, quizá -afortunadamente- no hemos llegado aún a ese extremo. Pero poco falta, ¿no creéis? Por ello, está pasando. Las personas se manifiestan en la puerta de las casas de aquellos que han generado esta situación tan desastrosa. Como aquella bestia del cuento cuya ira se despertaba al acercarnos a su alimento, a su gran cueva, a su hogar. Es un comportamiento totalmente instintivo, si te acercas ahí, te morderé, así que ten cuidado. 


Pues bien, escribo las líneas anteriores e instintivamente pienso en algo. Quizá vosotros también seáis capaces de verlo. Toda esta situación de agitación política y social, este atolladero que tenemos por país ahora mismo me recuerda a una gran revolución que logró cambiar -o cuanto menos mejorar- la sociedad francesa de la época. Sí, estoy hablando de la Revolución Francesa de 1789, en la que miles de campesinos se armaron con cuanto pudieron haciendo su escrache particular a las puertas del castillo de Versalles, alzándose en contra de aquella monarquía absoluta liderada por el pelele de Luís XVI y la joya de María Antonieta, movimiento que terminó con la ejecución de ambos y el consecuente fin de la monarquía en Francia. 



Como ya he dicho, está pasando. Está pasando aquí, en nuestro país, entre nosotros. La gente se subleva, está cansada de ser engañada, de pasar penurias, de quedarse tirada en la calle. La confianza política es nula y la monarquía borbónica pasa por su peor momento desde Isabel II. Estamos viviendo nuestra "revolución a la española" particular, bastante similar a aquella que culminó con gran éxito. 

Cuando Maria Antonieta tuvo que abandonar sus labores para escuchar que el pueblo pasaba hambre, contestó con un "¡Pues que coman pasteles!"; como aquella bendita mujer que soltó entre dientes un "que se jodan" cuando el presidente de su partido anunció medidas más duras para los parados. Que se jodan los parados, que se joda la gente, que nos jodamos todos. Sí, sin ninguna duda estamos jodidos. Pero esto se hunde, y tal y como dijo un sabio una vez: quién ríe el último... Pues eso. 



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