En Uganda, ser homosexual es un delito, crimen, enfermedad, hábito o adicción. En Uganda, sentir atracción sexual por una persona de tu mismo sexo, te convierte en un peligroso criminal, perseguido, capturado e incluso asesinado por el gobierno de este lugar y sus innumerables secuaces. Todo esto he aprendido en gran profundidad al dedicar 55 minutos de mi mañana de domingo a la maravilla de Jon Sistiaga, “Caza al homosexual en Uganda”, que muestra esta auténtica desmedida y voraz caza de brujas, situación que se está dando a día de hoy, en pleno siglo XXI, en lo que muchos consideran la era del cambio y progreso social mundial.
La “Ley matagays”, -nombre oficial otorgado por directivos ugandeses- pendiente de aprobación, ha hecho resurgir y ha suscitado el interés en este, nuestro paraíso europeo, hacia la horrorosa cuestión. En un país con un 24% de analfabetismo en los hombres y un 40% entre las mujeres –dejando a un lado la pobreza y enfermedad por falta de recursos económicos y sanitarios- es tremendamente sencillo –tanto que resulta insultante- extender esta demonización hacia gays, lesbianas y transexuales, no solo desde la política, sino desde la iglesia, dado el gran carácter creyente y religioso de la sociedad ugandesa. De esta forma, altos cargos políticos y religiosos del país manejan y tejen a su antojo, imponen y extienden, prohíben y persiguen y encarcelan y asesinan y normalizan esta situación. Intentan y consiguen convencer e interiorizar entre la población que “los homosexuales están reclutando niños en las escuelas para convertirlos, para infectarlos con esta enfermedad”.
Ni siquiera es
necesario serlo para estar condenado. El simple hecho de visualizar un acto homosexual te convierte en cómplice. Vecinos, familiares,
transeúntes, se convierten en el ojo expiatorio de tu propia existencia, están
obligados –aunque ni siquiera sea necesario- a denunciar cualquier caso o
sospecha, enfrentándose de lo contrario a penas de prisión de hasta cuatro
años. Por ello, en el momento en que un habitante de este lugar sale del armario, su destino inevitable y
directo es el destierro familiar y social, la muerte en vida. Personas que han
de refugiarse en las llamadas “casas de seguridad”, fundadas por la comunidad
gay de los “Icebreakers”, en la que jóvenes con la misma situación reciben
apoyo mutuo.
Para comprender toda esta barbarie e irrealidad, es
necesario mirar hacia arriba y analizar la condición del que manda, del que
controla el poder y lo emplea a su antojo. Del ejecutor y permisor. En primer
lugar, tenemos al señor Simon Lokodo, ministro
de ética e integridad y sacerdote católico. Esto solo me lleva a pensar en
Rouco Varela ocupando nuestro trono, dictando reformas con un dedo índice
huesudo y viejo, acusador. Pues bien, este hombre, de gran influencia en su
país, considera a los homosexuales como muy
peligrosos y destructores de la humanidad. Y no solo eso, sino que además
nos ofrece dos razones –con un fundamento que produce hilaridad, una carcajada
inevitable a la pantalla- por las que debemos estar de acuerdo. En primer
lugar, dice, los homosexuales son unos
pervertidos, han perdido la orientación natural de la sexualidad. No tiene
suficiente con ello sino que –agárrense- recurre a las leyes de la física, dos polos diferentes se atraen, en cambio dos
polos iguales es físicamente imposible. Y este señor mira hacia la cámara
orgulloso, con la boca llena y el pecho hinchado.
Como él, los hay a patadas. Tenemos a David Bahati, diputado que redactó con su propia mano esta Ley antihomosexual, que afirma la homosexualidad es un hábito que se aprende y por tanto se puede desaprender, y no duda en acusar a numerosas ONG´s que se apoyan en la lucha contra el SIDA y en realidad son cómplices de campañas gays para el reclutamiento de niños. Bahati, perro faldero por excelencia de Martin Ssempa, reverendo, famoso en todo el mundo por su video “Comemierda”, en el que declara los homosexuales, en la intimidad, se dedican a comerse la mierda el uno del otro… ¿Quién quiere, por tanto, ser homosexual? O el periodista Gilles Muhane, editor de la revista “Rolling Stone”, de gran importancia en el país, conocido por la polémica publicación de fotografías de cien homosexuales, personas que resultaron perseguidas, encarceladas, y hasta asesinadas, como es el caso de David Kato, importante activista. Christoples Senyonjo, obispo anglicano, fue expulsado de su comunidad religiosa por apoyar la homosexualidad. Convencido de que su Dios, es el Dios del amor, Dios que no castiga a nadie por haber sido creado de la manera en que ha sido creado. Un hombre sensato, con ideas justas entre tanta inmundicia, pero que predica en el desierto.
Políticos, reverendos, periodistas. ¿Qué esperanzas quedan,
con este poder concentrado, unido, viciado, imparable? Poder que persigue,
tortura, encarcela, asesina y ordena las llamadas violaciones correctivas, para que mujeres, al ser violadas por
varios hombres, al experimentar tal placer, se sientan más mujeres, queden curadas de su enfermedad. No son tontos,
saben lo que hacen. Tienen a la población agarrada por los huevos, manejada,
extorsionada y controlada. Resulta familiar, nos suena, ya hemos visto esto antes. Tan solo queda un ápice de esperanza, el rayo de luz en ese
ambiente nefasto y oscuro que aportan estos jóvenes, que luchan de forma
incansable por sus derechos, día a día, jugándose el cuello por el mero hecho
de ser quienes son, y mostrarlo al mundo.